Alrededor de 1900, cuando la ciudad de Tucumán apenas crecía alrededor de la plaza Independencia, comenzaron a instalarse los primeros inmigrantes venidos de Oriente Medio. Eran, en su mayoría, libaneses y sirios cristianos que habían abandonado su tierra debido a la opresión del imperio otomano y que encontraron refugio en la Argentina a partir de 1890. Sin habérselo propuesto se afincaron en calles aledañas a una capilla dedicada al Señor del Milagro, actualmente en Santiago del Estero y Junín. Y allí comenzaron a ejercer el rito maronita que traían por tradición.
El padre Moubarak Hanna Saleme, oriundo del Líbano, insiste en que no hay diferencias entre la parroquia del Señor del Milagro y San Marón, erigida hace 50 años, y los demás templos de la Arquidiócesis de Tucumán. "La iglesia maronita está en plena comunión con la Santa Sede de Roma, y ha permanecido así durante toda su historia", aclara el sacerdote, que acompañó a la parroquia desde sus comienzos.
Sin embargo, hay algunas diferencias en el rito y en la estructura de la iglesia, que en Tucumán cuenta con numerosos fieles. Una manera didáctica de entender su origen es remontarse a las raíces de la Iglesia católica. Son dos: una oriental y otra romana u occidental. La oriental tiene cuatro patriarcados: los de Jerusalén, Alejandría, Constantinopla y Antioquía. La iglesia maronita pertenece a este último.
Los maronitas deben su nombre a San Marón, un monje que era de Siria pero se afincó en el Líbano en el siglo IV. En una época en que los cristianos tenían muchas diferencias, él defendió con vigor la fe católica en los Concilios Ecuménicos. Luego, perseguido por sus detractores, San Marón y sus seguidores, a quienes se les conocía como maronitas, se refugian en las montañas del Líbano y fundan una Iglesia. Con él comienza una larga lista de patriarcas fieles a Roma, que llevan junto a su nombre el de Pedro (Boutros), primer Obispo de Antioquía. El patriarca actual es el cardenal Nasrallah Boutros Sfeir.
"El patriarca está por debajo del Papa y por encima del obispo o eparca, que en nuestro caso es monseñor Charbel Merhi, quien nos visita todos los años para las fiestas patronales", aclara el padre Saleme, acérrimo defensor de las tradiciones.
"Recuerdo que mi padre Chaker Farah Apás junto a David Bujazha, ambos libaneses, cambiaron el altar de madera por otro de mármol y jaspe. La comunidad participaba mucho", contó con orgullo Lidia Apás. Los hermanos Geraldine y Pedro Bujazha destacan que la campana de oro, plata, estaño y bronce fue traída especialmente de Bolivia por Said y Massud Buabse.
Varias generaciones de tucumanos se formaron en la iglesia maronita, que por aquellos años fundacionales era el último edificio de la ciudad antes de las fincas de caña, según cuentan. Aún hoy es el lugar de encuentro de los descendientes libaneses. "Cuando viene algún paisano del Líbano, el padre traduce las lecturas al árabe, eso es muy común", dice Pedro. "A veces los adolescentes prefieren ir a otras iglesias donde están sus amigos, pero cuando se hacen grandes vuelven a la parroquia familiar para reencontrarse con sus raíces", destacó.